Cada día, Señor, trae sus afanes, sus exigencias, sus luchas y tentaciones, y, cada día es una prenda más para fortalecer nuestra fe en Ti, Señor. Experimentamos que las dificultades, las pruebas y tentaciones nos superan y, sin tu presencia, Señor, quedamos a merced del Maligno y seducciones del mundo. Te necesitamos, Señor y descubrimos que sólo permaneciendo unido a Ti y asidos de tu poderosa Mano, seremos capaces de sostenernos y superar todas esas dificultades y ocasiones de pecado con las que nos tienta el demonio.
Somos conscientes que al menor descuido desfallecemos y aparecen nuestras flaquezas. Es, entonces, cuando se aprovecha el demonio y trata de hacernos caer y de que, alejados de Ti no podamos levantarnos más atrapados ya en sus redes de pecado y perdición. Sabedores de que, Tú, Señor, eres nuestro Padre y has enviado a tu Hijo para salvarnos, te damos las gracias por tu presencia y acompañamiento.
Gracias, Señor, una vez más por tu presencia y por tu Gracia. Tu presencia nos fortalece, nos anima y nos impulsa a la lucha contra el mal que hay dentro de cada uno de nosotros por nuestros pecados. Gracias, Señor, porque nos invita a abajarnos, a hacernos pequeños y a humillar nuestros corazones por verdadero amor, abriéndolo a Ti como si de un niño se tratara respecto a su padre. Gracias, Padre. Amén.