Desde la hora de tu bautismo, el Espíritu Santo ha descendido sobre ti para que, asistido y auxiliado por Él, te constituyas en signo, palabra, vida y anuncio de la Gloria de Dios y del anuncio de su venida a este mundo para, con su Pasión y muerte en la Cruz, dando la vida por todos nosotros, rescatarnos de la esclavitud del pecado y ganar - gratuitamente - para nosotros la Vida Eterna.
No hay mayor gloria, aunque, su recorrido y vivencia cuesta dolor y sangre, pero - y lo sabemos - el resultado final es la Resurrección y gloria en gozo y plenitud eterno. Realmente, cuesta dolor y sangre, pero vale la pena, porque es lo que todos buscamos desesperadamente. Y ese recorrido se convierte en nuestro anhelado desierto. Para Juan fue uno especial de acuerdo con su tiempo y su momento. Para nosotros, será donde Dios nos haya colocado, llámese parroquia, familia, trabajo, ambiente social, misiones, pueblo rural, ciudad urbana, o cualquier otro sitio que haga presente la cruz de tu vida.
Posiblemente haya muchas clases de desiertos y, la pregunta será descubrir cuál es el tuyo propio. Corresponderá a cada uno descubrirlo. Cada cual es precursor de su tiempo y de su situación. Lo verdaderamente importante es ser precursor del anuncio de la venida de Jesús, el Hijo de Dios. Y es que el mundo urbano, donde posiblemente tu vida tenga su camino y desarrollo, también necesita de precursores que anuncien que Jesús, el Hijo de Dios, ha venido a este mundo a anunciarnos y descubrirnos el Amor de su Padre y la salvación Eterna.
Pidamos con verdaderos deseos anunciar y preparar el camino a muchas personas desorientadas que no conocen a Jesús y que, incluso bautizadas, no dejan que el Espíritu Santo les dirija y asista en el conocimiento del Señor. Amén.