Quiero sostener mi mirada limpia. Son conscientes de los peligros que me acechan en cada momento de mi vida. El demonio está atento a mis dudas, a mis debilidades y pecados y actúa para acrecentar mis dudas y ponerme en contra del Señor. Es muy listo y tiene poder, pero nada puede hacer contra el Espíritu Santo, y a Él quiero yo agarrarme e injertarme para evitar que me separe de Ti.
El mundo, demonio y carne, son tres obstáculos difíciles de superar y con los que el demonio juega para seducirnos. Jesús también fue tentado en el desierto y nosotros también lo seremos en el camino de nuestro propio desierto. Necesitamos prepararnos y sostenernos sobrios, equilibrados y limpios. Este tiempo de cuaresma nos ayuda, pero no debemos tomárnoslo como un tiempo de sacrificio sino que debemos habituarnos a llevar una vida limpia y equilibrada que nos fortalezca para luchar contra estas tentaciones todo los días de nuestra vida.
Porque, todos los días del año son días de conversión. Y cada día empieza de nuevo. La conversión que logramos ayer y con la que crecimos, terminó ayer. Hoy empieza una nueva. Nuestra fuerza es el Señor y junto a Él iremos superando los obstáculos que nos impiden crecer y avanzar en conversión. No nos vale de mucho hacer durante este tiempo cuaresmal grandes sacrificios, si, después de terminar la cuaresma, nos relajamos y nos quedamos instalados en la comodidad.
Nuestro camino debe ser siempre moderado, pero junto al Señor y tratando de limpiar nuestra mirada hacia el mundo, demonio y carne. Sólo con el Señor, injertado en su Espíritu, iremos fortaleciéndonos y superando todas esas murallas que se levantan en nuestro camino impidiéndonos permanecer limpios y junto al Señor.
Pidamos esa Gracia y ayudémonos de la comunidad o grupos donde estemos injertados para que, el mundo, demonio y carne, no puedan arrebatarnos y separarnos de nuestro camino hacia la Casa del Padre. Amén.