El mundo nos somete y se nos hace difícil escapar de sus garras. Sus ofertas y tentaciones nos pueden y nos someten. Y todas sus trampas son una amenaza constante que tenemos, cada día, que sortear y que nos ponen a prueba. Y, como un río, sus olas nos atrapan y empujan. Vamos contra corriente y nuestra resistencia se ve imposibilitada de resistir, valga la redundancia.
Nuestra esperanza está en Ti, Señor. Sácanos de este desierto de nuestra vida. Abre nuestros oídos tapados por los ruidos y tentaciones de este mundo. Dale luz a nuestro ojos para que vean la verdadera luz de tu Gracia y Verdad que, tapada por las olas de este mundo, nos impiden verte. Fortalece, Señor, nuestra voluntad y danos la firmeza de ser fieles a tu Palabra a pesar de las dificultades y la oposición de muchos hombres.
Danos la fortaleza de Juan el Bautista y la firme voluntad de seguirte y salvar esas oleadas de entusiasmos falsos y caducos que los hombres de este mundo nos presentan. Haznos saber contemplarte en el dolor y sufrimiento, y también en la austeridad y abnegación. Enséñanos a aprender de tu Madre. Ella que supo ver en el dolor, en la pobreza y en la miseria la Gracia de tu Verdad. La manifestación de tu Gloria, el Hijo de Dios Vivo.
Ella que supo darse cuenta y descubrir el Reino de Dios en ese Niño que le fue confiado y encarnado en su propio vientre. Ella, Fuente de Gracia y de Humildad. Que sepamos, como María, bendita entre todas las mujeres, a vencer la ingente arena y las gigantes olas que los hombres de este mundo nos ponen en nuestro camino para advertir que la hierba crece, que el desierto florece y que la Vida vuelve a nacer nueva porque, Tú, Señor, naces y vives entre nosotros. Amén.
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