No podemos callarnos ni quedarnos pasivamente cruzados de brazo. Necesitamos salir de nuestra propia tierra y sembrar la semilla del Evangelio que llevamos, a su vez, sembrada dentro de nosotros mismos. Pero, no sólo sembrar, sino también cuidar y pastorear gratuitamente, injertado en el Espíritu Santo, y llevándola a la vida.
Porque no se trata de decir: "Señor, Señor... sino de hacer la Voluntad del Padre. Y esa no es otra sino la voluntad del amor. Pidamos, pues, la fortaleza, la paz y sabiduría de proclamar, de palabra y vida, la Palabra del Señor. Pidamos que nuestros actos respondan a nuestras palabras y que no nos sean indiferentes todos aquellos que sufren y lo pasan mal.
Pidamos que nuestra palabra sea una palabra de salvación, no sólo para el cuerpo enfermo, sino también ,fundamentalmente, para el alma. Y que todo eso lo hagamos de forma gratuita y desinteresada. Sólo por amor, tal y como lo hemos recibido, nuestras obras tendrán su justo valor. Pues, no siendo así, el precio recibido ajusturá ya su recompensa.
Abramos nuestros corazones a la acción del Espíritu Santo, y dispongamos nuestra entrega y disponibilidad a dejarnos moldear por su Palabra y su Gracia, para que de la misma forma seamos también nosotros capaces de transmitir, gratuitamente, todo lo recibido. Amén.
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