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La figura de Juan el Bautista nos sirve de referencia y de modelo para prepararnos y disponer nuestro corazón a la venida del Señor. A su nacimiento en nosotros. No se trata de que el Señor vuelve a nacer, pues ya nació, sino de asumir su mensaje de salvación como lo asumió Juan.
Juan nos enseñas las virtudes que necesitamos para recibir con provecho la venida de Jesús. Una vida austera que nos recuerda en cada momento las dificultades y la lucha por el equilibrio y la sobriedad ante las cómodas y placenteras ofertas que este mundo nos sugiere y ofrece. Porque si sobriedad y austeridad poco se puede conseguir.
La vida firme y perseverante exige un equilibrio. Un equilibrio que no se puede sostener en la comodidad y placeres de este mundo. Porque nos acomodan, nos instalan y nos alejan de la caridad y el sacrificio. Un sacrificio que se hace presente en los que lo pasan mal y carecen de medios. No podemos olvidarnos de los excluidos y marginados. Porque Jesús nace por y para ellos. Jesús nace y se hace Hombre para redimir y salvar a los que lo necesitan. Y son los pobres los que lo piden a grito.
La vida firme y perseverante exige un equilibrio. Un equilibrio que no se puede sostener en la comodidad y placeres de este mundo. Porque nos acomodan, nos instalan y nos alejan de la caridad y el sacrificio. Un sacrificio que se hace presente en los que lo pasan mal y carecen de medios. No podemos olvidarnos de los excluidos y marginados. Porque Jesús nace por y para ellos. Jesús nace y se hace Hombre para redimir y salvar a los que lo necesitan. Y son los pobres los que lo piden a grito.
Juan testimonia humildad y renuncia, y nos llama a la penitencia y a la conversión. Juan nos invita a ser humildes y a no gloriarnos de nuestro trabajo. Hacemos lo que debemos hacer y todo es y será para Gloria del Señor. Él, el que ha de venir, del que yo no soy digno de desatarle el cordón de sus sandalias, diría Juan el Bautista.
Pidamos esa Gracia, para que seamos fuertes y firmes en la voluntad de, siendo humildes, ser instrumentos guiados por el Espíritu Santo, para dar testimonio con nuestra palabra y nuestra vida del Mensaje del Señor. Amén.
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