María es Madre. Madre de Misericordia y de gracia. Nos acoge, pero también nos enseña y nos cuestiona para que, siguiéndola, encontremos a su Hijo, Gracia de su seno, fruto bendito, que el Espíritu Santo concibió por mandato del Padre Dios.
María, Madre buena, queremos caminar a tu lado y contigo llegar a Jesús, tu Hijo y Salvador de todos los hombres. Tú, elegida como fuente de Gracia para que dieras tu seno como morada del Salvador, eres la puerta por donde entra nuestra liberación y salvación al mundo. Madre Inmaculada, que das tu vientre Inmaculado para morada del Señor, alúmbranos también a nosotros el camino que conduce a tu Hijo.
María, engalanada de sencillez, humilde y pequeña, nos muestra las actitudes que al Padre le gusta y nos exige. Porque sin humildad no podemos encontrar el camino que conduce a Jesús. Enséñanos a ser humildes y sencillos; enséñanos a revestirnos de la acción del Espíritu Santo abriéndonos a su Gracia, para que toda nuestra tierra se haga fecunda y, abonada por el Espíritu, dé los frutos que el Padre espera de nosotros.
Hoy, en este hermoso día de la Inmaculada, Madre, queremos que intercedas por nosotros y que nos señales el camino, también recorrido por ti, que nos lleve al encuentro con tu Hijo Jesús, Señor nuestro. Y que nos ayude a pedirle fortaleza y perseverancia para, cómo Tú, Madre nuestra, permaneciste hasta los últimos momentos de su Vida, aquí en la tierra, también nosotros permanezcamos sin desfallecer hasta los últimos momentos de nuestro camino terrenal.
Madre de Gracia y de Misericordia, enséñanos a ser pacientes y confiados, y a no desesperar. Enséñanos a mantenernos erguidos, firmes y esperanzados, porque su Palabra tiene siempre cumplimiento y, creyéndole, le esperamos en su segunda venida para nuestra, por su Misericordia, liberación. Amén.
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