No sólo existen parálisis corporales, sino, y son peores, parálisis espirituales. Peores porque se esconden en las apariencias y en las mentiras. Y porque también se nos hace difícil descubrirlas. Por eso, Señor, ayúdanos a reconocernos también paralítico y a pedirte que nos cure ese tipo de parálisis. La parálisis de nuestros pecados que nos apartan de Ti.
Y ese tipo de enfermedad es más grave y terrible, porque nos pierde para la vida Eterna. Podemos perder el cuerpo, pero por tu Misericordia y Gracia, Señor, volvemos, en la resurrección, a recuperarlo. Pero si lo que perdemos es el alma, esa ya no la volveremos a recuperar y la perderemos para siempre. Debemos tener mucho cuidado con aquellos que, no sólo matan el cuerpo, pero que también pueden matar el alma.
Creemos en Ti, Señor, y creemos que nos puedes perdonar los pecados. Es más, es lo que te pedimos que pongas como prioridad en nuestros corazones. Así como los ciegos, Evangelio del viernes, Mt 9, 27-31, persiguieron a Jesús hasta lograr que los curara de su ceguera. También nosotros, Señor, queremos insistir y seguirte, como aquel paralitico, sin regatear esfuerzos para pedirte que nos cure de nuestras parálisis de pecados.
No queremos pararnos ni desfallecer, e insistir como Tú nos has dicho en otro momento. Danos, Señor, la fuerza perseverante de sostenernos fieles y firmes a tu Palabra y fortalece nuestra fe para que se sostenga sin titubeos ni vacilamientos. Ayúdanos a descubrir nuestras enfermedades espirituales, nuestra pobreza de espíritu y a curarnos de esa parálisis que nos enferma el alma y nuestra esperanza y nos debilita nuestra fe.
Aumenta, Señor, nuestra confianza, nuestra esperanza y, sobre todo, nuestra fe, para que como aquel paralitico, tomemos nuestra camilla de la fe y te sigamos sin titubeos ni desfallecimientos. Amén.
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