Estamos viviendo unos momentos que nos hacen ver la realidad de nuestra vida. Un simple virus amenaza al mundo. Un simple virus trastorna la economía mundial y amenaza con la ruina del planeta. Un simple virus, frágil y, aparentemente sencillo de vencer, tiene a la humanidad expectante y amenazada. Se suspenden viajes, se cierran eventos y toda clase de competiciones deportivas. ¿Qué ocurre? Esta humanidad tan grande y poderosa, ¿dónde está?
Una humanidad que rechaza al Creador de todo este mundo en el que vivimos y que se queda perpleja ante las amenazas que un simple virus que, por el hecho de ser desconocido, pueda amenazar y trastocar la vida y normalidad de las naciones. ¿Acaso el Poder de Dios no es Infinito? ¿Y no nos asusta el llevarle la contraria? Sucede que Dios no te asusta ni te prohibe rechazarle. Dios te ama hasta que tú decidas darle la espalda, y esperará hasta que tu libertad consuma toda su vida. Mientras te seguirá amando y deseando que te des cuenta y cambies tu actitud cerrada y un corazón endurecido por un corazón suave, abierto y entregado a su Amor.
Posiblemente, este virus nos ayude a entender mejor el Poder, la Misericordia y el Amor de Dios. Quizás este virus nos despierte y nos saque del error de creernos grandes, dominadores y con autoridad para mandar y dirigir este mundo, del cual somo simples criaturas y administradores, no dueños ni dominadores. Quizás este virus, por la Gracia de Dios, nos enseñe que mejor es servir que ser servido y les haga ver a nuestras autoridades que, a pesar de tener poder y autoridad, tienen la oportunidad de descentrarse y poner el centro de su dominio en el servir y amar a los ciudadanos, poniéndose en su lugar.
Por eso, pidamos al Señor que nos dé la Gracia de entender que todo lo hemos recibido de Él y que nuestras capacidades, autoridad y dominio deben ser siempre utilizadas para servir y no para ser servido. Pidamos que descubrir esta actitud de servicio nos será mas grata y colmará toda nuestra felicidad que todo el poder y dominio de las riquezas de este mundo. Amén.