Quieras o no tu vida es un desierto. Un desierto en el que luchas cada día por encontrar agua. Esa agua en la que tú piensas que está esa felicidad que buscas. Porque, desierto es camino de búsqueda de ese oasis que te dé felicidad, seguridad y gozo pleno. Por eso, caminas y caminas cada día y te levantas y empiezas una nueva jornada que significa lucha y lucha.
Buscas el agua que te dé dinero; el agua que te dé poder y el agua que te dé prestigio. El agua que es signo de vida, de riqueza, de poder y prestigio. Pensamos que es en esa riqueza, poder y prestigio está nuestra felicidad. Ese es nuestro desierto de cada día en el que sufrimos las tentaciones que nos seducen y con las que establecemos una lucha a muerte por resistirnos a entregarnos para perseverar en el seguimiento a Jesús y a su Palabra. Él nos enseña el camino en su vivencia y retiro al desierto.
Y todo eso sucederá en los cuarenta días con sus respectivas noches que dure nuestra vida., porque eso es lo que significan los cuarentas días y noches, todo nuestro tiempo de lucha para convertirnos y perseverar en el seguimiento y cumplimiento de los mandatos del Señor. Las tentaciones del desierto que padeció y sufrió Jesús son también las nuestras. Todos buscamos y padecemos la tentación del pan material. Nos importanOra mucho los bienes materiales y nos desviamos del camino del desierto interesados en acumular bienes y poseerlos. Y Jesús nos dice: «Está escrito: ‘No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios’».
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Pero, también somos tentados por la ambición del poder. Queremos ser poderosos, mandar e imponer nuestros criterios y formas de pensar. Queremos ser los dueños de todo lo que nos rodea y mandar a nuestro capricho y antojo. Queremos el mundo y la respuesta de Jesús es: «Apártate, Satanás, porque está escrito: ‘Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a Él darás culto’».
¡Y cuánto nos importa el prestigio! Queremos lucirnos y que todos se enteren de lo que valemos, de que somos el mejor, el perfecto, el elegido, el bueno de la parroquia. Somos también tentados a que vean lo bueno que somos: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: ‘A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna’». Jesús le dijo: «También está escrito: ‘No tentarás al Señor tu Dios’».
Pidamos ser humildes y mansos, y, sobre todo, fiarnos del Señor y se fiel y obediente a su Palabra. Pidamos que cada día, como Él en el desierto, nosotros también podamos salir airosos por obra del Espíritu Santo, de nuestra lucha contra el demonio. Amén.