Es necesario pasar por el propio desierto de nuestra vida. En esa travesía seremos tentados y, al estilo y como Jesús, podemos vencer. Primero y fundamental porque Jesús venció, y segundo, aunque Jesús se haya ido, se quedará con nosotros el enviado por el Padre, el Espíritu Santo, en nombre de Jesús.
En nuestro camino sufriremos las embestidas del Príncipe del mundo, el Maligno, y nuestro camino será una lucha continua. No habrá descanso hasta llegar a la Casa del Padre, pero nunca estaremos solos, porque se queda para acompañarnos el Espíritu Santo, que nos fortalece y nos da todo lo necesario para mantenernos firmes en nuestra fe y confianza a nuestro Señor Jesús.
Por eso, hoy conscientes de que la guerra es dura y difícil, y que cada día libramos una batalla campal, te pedimos Señor que nos llenes de tu Gracia y tu Sabiduría para saber enfrentarnos a Satanás y responderle como Tú lo hiciste en el desierto. Danos la paciencia, la constancia y la tenacidad de saber soportar y encajar las embestidas del demonio que nos acosa y trata de engañarnos.
Y, sobre todo, de mantenernos injertados y junto a Ti, en la oración de cada día, junto a tu Madre que nos acompaña y nos protege, y con la Penitencia y Eucaristía que nos dan la luz y la fuerza de perseverar ante las tempestades y peligros que el Maligno nos tiende.
Señor, que mi corazón se inunde de paz y de sabiduría para que mi boca proclame que no sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.
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