En muchos momentos de nuestra vida debemos preguntarnos qué pasa con nuestra fe, porque confesamos tener fe, y lo hacemos los domingos en la celebración Eucarística, pero luego nuestra vida no refleja, al menos claramente, ese testimonio y coherencia de vida en nuestro vivir diario. Porque una fe que no se note deja muchas dudas de ser fe.
La fe demanda obras porque son las obras las que hablan de nuestra fe. Una fe sin obras es una fe muerta, y sólo las obras dan testimonio de que nuestra fe está viva y actúa. La palabra al confesar la fe necesita que las obras la descubran. Por eso no se entiende que se hable en la propia Iglesia de más de diez millones de católicos que asisten a misa los domingos; 292.000 personas son bautizados cada año; reciben la primera comunión cerca de 251.000; son confirmados más de 109.000; contraen matrimonio canónico más de 67.000 parejas y se da el culto de exequias a 386.000 fallecidos.
Pero, ¿y cómo se aprueba el aborto? ¿Dónde están el voto de esos más de 10.000.000 millones de católicos? En estos casos las obras no parecen reflejar que la fe sea realmente fe sino que se queda en palabras pero no abaja a los hechos.
Te pedimos Señor que seamos coherente con nuestra fe y que vivamos según tu Palabra, obedientes a la acción del Espíritu que nos asiste, nos fortalece, nos aconseja, nos enciende nuestra inteligencia y nos capacita para dar testimonio de la fe que tenemos en Jesús, el Hijo de Dios Vivo.
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