Se hace difícil comprender este gesto hermoso de Jesús. Nos cuesta doblar nuestro orgullo y suficiencia ante la sencillez, ignorancia o debilidad del otro. Es difícil y hasta imposible, diría, para nosotros amar al que consideramos inferior y menos que nosotros. No podemos y eso nos debe servir para experimentar la necesidad que tenemos de rezar y de dejar entrar al Espíritu Santo dentro de nuestro corazón.
No somos capaces de servir sin pedir nada a cambio. Nuestros favores son guardados para cuando la necesidad nos apremie y nos exige sacarlos a cuenta. Pedimos con la exigencia de ser correspondidos y, de no ser así, nos descubrimos engañados u ofendidos, guardando esa ofensa para utilizarla como venganza en la primera ocasión presentada.
Jesús nos presenta la actitud y el ejemplo a seguir, y nos previene de la dicha de cumplirlo. Sabe también, no se va a engañar, de nuestras debilidades, pero nos brinda su apoyo y ayuda. Y esa es nuestra esperanza. Estaríamos perdidos si confiamos en nosotros, pero en Él estamos redimidos y salvados.
Gracias Señor por tu gran Misericordia y por tu Amor. En esa esperanza encuentro fuerza para la lucha de cada día y para el esfuerzo de abajarme a lavar los pies a mis hermanos. Amén.
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