Para muchos hombres la sed y el hambre no significa gran cosa, porque las tienen en abundancia. Nunca han tenido necesidades de ese tipo y no han experimentado tener sed o pasar hambre. Y se hace difícil saber y valorar el tener abundancia de esos tesoros, que para otros representan la salvación de sus vidas.
De igual manera podemos imaginar el desconocimiento que tenemos del manantial que fluye dentro de nosotros, que nos quitará la sed que tenemos de verdadera vida y el hambre de auténtica felicidad, que buscamos en el camino de nuestra vida. No lo advertimos por nuestra ceguera mundana y quizás también por la satisfacción y empache de tantas cosas de este mundo. Pero cosas caducas que no llegan nunca a satisfacernos.
Buscamos perpetuarnos pero despreciamos la verdadera perpetuidad, el Pan de Vida Eterna que nos ofrece saciarnos eternamente y gozosamente. Se hace difícil comprenderlo, pues teniéndolo delante de nuestros propios ojos le rechazamos. Danos la luz de reconocernos limitados y pecadores, Señor, y de postrarnos a tus pies para implorarte, por tu Misericordia, que nos ilumines y nos des el don de la fe de recibirte y aceptar tu salvación.
La verdadera y única salvación que el hombre busca y Tú, Señor, nos la ofrece por la Voluntad de tu Padre: "Esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día".
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