Necesito, Señor, recobrar mi esperanza. Y lo necesito en estos momentos de desesperanza, de oscuridad, de abatimiento, de derrota aparente, de pérdida de horizonte, de locura y desánimo. Estoy abatido porque las dudas continúan su lucha y los miedos y temores amenazan desfallecer. Y suplico tu fortaleza y tu ayuda para seguir el camino de mi cruz.
Son estos momentos donde la fe crece y se forja firme y sostenida. Porque estos momentos, vividos en la esperanza de tu Resurrección, nos fortalece y nos apuntala en la fe. El camino se hace cuando se vive en el sacrificio y la renuncia, pues lo fácil lo recorren todos. Y son esas pruebas por las que hay que pasar las que nos dan la medida de nuestra fe y nuestra esperanza.
Jesús es nuestra referencia, pues Él las padeció primero, y nos marca con su Cruz a cuesta hacia el Calvario el camino que nosotros tenemos también que recorrer. Pero un camino que no termina en la muerte y en la desesperanza, sino un camino de Resurrección que nos revive la esperanza de salvación eterna en el Señor.
Porque estamos llamados a una vida nueva, nacida del hombre nuevo forjado del Agua y el Espíritu. Amén.
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