Es fácil decir que creo y recibo tu Espíritu, pero todo queda en media mentira si mi vida no responde a los impulsos del Espíritu. Porque recibir al Espíritu es dejar tu propia vida y vivir la que te marque el Espíritu. Y eso no es fácil. No sólo en cuanto se refiere a las obras, sino en cuanto a saber y entender qué obras y qué caminos tomar.
Porque la pregunta que surge es, ¿qué hago y por donde voy? Experimentamos que no sabemos y que nos cuesta mucho esfuerzo entender. Y, valga la redundancia, entendemos que necesitamos el concurso del Espíritu Santo para poder ir comprendiendo los caminos y las obras que el Señor quiere de cada uno de nosotros.
Hoy nos lo dice el Señor: «Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando
venga Él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa;
pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os
anunciará lo que ha de venir. Está claro, será el Espíritu quien nos guíe, nos revele el camino y los pasos a seguir, pero para eso tendremos que estar muy atentos y abierto el corazón.
Es el Espíritu de Jesús Resucitado, en el Espíritu Santo, quien guia a su Iglesia y a sus miembros en la medida que dispongamos nuestros corazones a su acción. Amén.
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