No podíamos esperar menos de Ti Señor, porque el crearnos supone no dejarnos abandonados a nuestra propia suerte y desdicha. Porque nacer para morir no tiene sentido alguno. No, diría, poco sentido, sino ninguno. Cuando se hace una obra es para inmortalizarla. Al menos esa es la intención de todo creador. ¡Claro, en nuestro mundo no hay ningún creador en el único y verdadero sentido de la palabra!
Sólo Dios es Creador, creador de todo lo visible e invisible. Y a las cosas creadas Dios le ha dado la finitud porque puede volverlas a crear cuando quiera, pero al hombre, su criatura preferida y semejante a Él no lo ha creado para dejarlo morir. Estamos, por el Amor de Dios, llamados a la eternidad. A la eterna y dichosa felicidad por los méritos de Jesús, su Hijo, junto a Él y al Padre.
No hay otra verdad ni otro sentido para nuestra vida que ese camino. Y para recorrerlo se nos ha enviado, en nombre de Jesús, por el Padre, el Espíritu de la Verdad que nos guiará por el camino de la verdad y la justicia. Estamos bien guiados, asesorados y defendidos. Nada nos puede desviar si nos abrimos a su acción y asistencia. Estamos en buenas Manos.
Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles; enciende en nosotros la llama de tu Amor. Envía tu Espíritu y serán creados de nuevo.
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