Hablamos de tu Resurrección, y queremos sentirla. Sentirla como lo más grande de nuestra vida, pero nuestra limitada capacidad humana nos impide darnos cuenta de lo que decimos y de lo que queremos celebrar. No sentimos como nos gustaría sentir. Y en esos sentimientos descubrimos nuestra pequeñez y tu Grandeza, Señor.
Por eso nos atrevemos a pedirte sabiduría y capacidad de experimentar la grandeza de tu Resurrección, y de tomar conciencia de que estamos invitados por Ti a Resucitar también junto a Ti. ¡Es para volverse loco! Quizás por eso no nos permite experimentar más allá de nuestra limitada humanidad, porque no estamos preparados para entenderte ni para asumir tan alta dignidad.
Presumiblemente y claramente, necesitamos la fe. Que es fiarse de tu Palabra y, confiado en Ti, esperar tu llegada cuando Tú lo decidas. Pero esperarla proclamando tu grandeza y tu buena Noticia de Resurrección. Esperarla confiados en que todo lo que nos has dicho y nos has dado lo podemos realizar, y confiados en que nos estás preparando un lugar inimaginable junto a Ti para vivir en plenitud toda nuestra vida.
Gracias Señor, vale la pena pasar lo que haya que pasar esperando tu venida. Vale la pena darle sentido a esta vida en la esperanza de anhelar un día el encuentro pleno y dichoso contigo. La muerte ya no pinta nada, sólo que es el momento cumbre de nuestra cita, de nuestro encuentro, de verte y contemplarte cara a cara y de no saber como imaginarlo.
Gracias Señor porque llenas mi vida de esperanza, de ilusión, de paciencia, de gozo y de amor. Espero ilusionado ese momento de mi vida como la cita y el encuentro más importante que me impulsa día a día a seguir caminando lleno de esperanza. Amén.
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