Poco a poco, y en la medida que comamos su Cuerpo Eucarístico, vamos asemejándonos a Cristo Jesús. Él es el verdadero Pan bajado del Cielo que nos alimenta y nos conforta. Es un alimento que nos va asimilando a su estilo de vida si le ofrecemos la morada de nuestro corazón bien intencionado y arrepentido de todas nuestras faltas y omisiones.
Jesús nos atrae y nos va haciendo asimilar su estilo de vida. Nos hace ir despertando nuestra hambre de Dios y sed de escuchar su Palabra. Su comida y bebida es de Vida Eterna. Por eso, Señor, consciente de la necesidad de alimentarnos Eucarísticamente te pedimos que nos des esa voluntad de acercarnos diariamente a la Eucaristía y participar de ese alimento que te haces para cada uno de nosotros.
Infunde en nosotros, Señor, el deseo de desearte como alimento y centro de nuestra vida. Danos tu Pan vivo. Quiero vivir cada Eucaristía como un encuentro personal contigo, reconocer tu presencia, sentir tu calor y alentar tu amor en mí pobre corazón. Y, sobre todo, Señor, no desfallecer, porque hay momentos que me cuesta ir y que me distraigo. Hay momentos de confusión, de desgana y abatimiento. Hay momentos de peligro de caer en la rutina y en la indiferencia.
Renueva, Señor, ese amor primero que tuve contigo y que mi corazón se llenaba de gozo y alegría. Haz que siempre mi pobre corazón se mantenga joven, en actitud renovadora y que crezca en vivir tus mismos sentimientos según tu Palabra. No permitas que me quede en la mediocridad y que transmita mediocridad, sino que viva intensamente tu Palabra y transmita tu Palabra con la Gracia que me viene de Ti, mi Señor.
Yo, por lo que a mí corresponde, trataré de esforzar toda mi voluntad para perseverar y estar a tu lado y alimentarme de ese Pan que eres Tú, bajado del Cielo. Un Pan que da Vida Eterna. Amén.
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