Es verdad que el Señor es nuestro Buen Pastor. No hay otro y sería una tragedia no tener al Señor como nuestro Buen Pastor. Sería vivir sin esperanza y sin sentido. Sería no tener donde poder refugiarnos ni a nadie que nos cuidara hasta el punto de dar su Vida por cada uno de nosotros. Por lo tanto, lo primero que se me ocurre es dar gracias, muchas gracias por tener la esperanza de conocer al Señor y confiar en Él, porque, Él nos orienta, nos conduce y nos lleva por el camino que conduce al aprisco donde hay buenos pastos y paz.
Pero, hay algo que nos debe preocupar, ¿estamos nosotros seguros y confiados que sabremos conocer su voz? ¿Ralmente, la escuchamos y la conocemos? Esa es la pregunta que nos interesa dar una respuesta clara y convincente porque, de no conocerla, ¿a quién seguiremos? Se hace, pues, muy necesario conocer al Buen Pastor y oír su voz para responder a su llamada. Porque, sólo conociéndole podemos seguirle y llegar, conducidos por Él a entrar por esa puerta que Él nos señala.
El camino de nuestra vida presenta muchos obstáculos y muchas puertas donde podemos encontrar a falsos pastores que tratan de engañarnos y manipularnos y llevarnos a su redil para sacar con nosotros provecho para sus propios intereses. Por eso, necesitamos estar atento y cerca del Buen Pastor. Estar atentos a su llamada y a su voz. Y es eso lo que te pedimos, Señor. Abre nuestros oídos a tu llamada para escuchar claramente tu voz y no dejarnos confundir y manipular por otras voces que, disfrazados de pastores, nos hagan caer en la trampa y desviarnos de tu camino y seguimiento.
Por eso, Señor, queremos estar entre tus ovejas y dejarnos guardar y guiar por Ti, porque sólo Tú eres el Buen Pastor con el que nos sentimos seguros y confiados y conducidos por el buen camino que nos lleva a ese redil donde encontraremos ricos pastos y una paz eterna. Pastoréanos, Señor, y conduce nuestras vidas. Amén.
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