Podíamos empezar esta humilde reflexión preguntándonos sobre la verdad. ¿Qué es la verdad? Esas palabras salieron de la boca de Pilato en el juicio y preguntas que le hizo a Jesús. Y hoy podíamos preguntárnosla nosotros de nuevo. ¿Qué es la verdad? La conclusión que hoy podemos plantearnos es que cada cual tiene su verdad.
Tú piensas así y pides respeta para tu manera de ver las cosas, y los otros manifiestan lo mismo. El resultado es que podemos llegar a la conclusión de que hay muchas verdades. Tantas como seres, grupos o colectivos haya en el mundo. Cada cual interpreta las cosas, los actos y la moral cómo y según piensen o crean. Luego, diríamos que no hay una verdad sino varias. ¿Realmente, es eso así?
Supongo que ese argumento se cae por su propio peso. Hay una sola verdad y todas las demás deben de irse purificando hasta coincidir y llegar a una única Verdad. Esa Verdad con mayúscula que está por encima de todas las pequeñas verdades de nuestras vidas. Una sola Verdad dirige al mundo y ha creado el mundo. Una sola Verdad es la que nos salva y la que alcanza la Perfección Absoluta. Creo que eso está fuera de dudas y que todos, desde lo más profundo de nuestros corazones, lo admitimos y creemos así.
Una Verdad absoluta que abarca todo e imparte perfecta justicia. Sin lugar a duda que a nosotros, seres humanos, se nos escapa y necesitamos estar adheridos a ella para irnos perfeccionando y llegar a, unidos a ella, encontrar la perfección. O lo que es lo mismo, la Vida Eterna, que es a lo que estamos llamado y deseamos. Cristo Jesús no es una opinión más. Él es la Verdad Absoluta, es el Camino y la Vida.
Apartados del Señor nos perdemos, nos confundimos y experimentamos que nuestras leyes y verdades son limitadas, imperfectas y no abarcan el complejo e ilimitado casos que nos relacionan y nos hacen desconocidos e incomprendidos para nosotros mismos. Necesitamos la Luz del Señor para que nos aclare nuestro camino y nuestra búsqueda de la Verdad. Sería inútil cerrar los ojos a la luz del sol que nos alumbra cada día. Pues, de la misma forma, será inútil cerrar los ojos al Espíritu Santo que te alumbra el Camino para que llegues a la Casa del Padre. Amén.
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