Me invitas a pedir, Señor, y eso me descubre que sabes cuántas necesidades tengo. Son muchas y necesito que me asistas y auxilies para poder avanzar. Desde aumentar mi fe hasta fortalecer y afirmarla en la escucha de tu Palabra y en la relación de la oración. Sí, necesito hablarte y pedirte muchas cosas, Señor.
Necesito paciencia, mucha paciencia y saber esperar tus decisiones. Necesito sabiduría para entenderte y saber discernir el camino que me señalas y debo seguir. Necesito saber escucharte para irte conociendo mejor hasta ver en Ti el Rostro del Padre. Necesito comprender que Tú, mi Señor, estás en el Padre y el Padre en Ti. Pero, sobre todo, necesito ponerme en tus Manos y dejarme guiar por tu Palabra apoyado en tu Amor y Misericordia.
¡Son tantas cosas, Señor, que no sé por dónde empezar! Pero, quizás, lo primero es creer que todo lo que te pida, Tú, si conviene y es para mi bien y salvación, me lo puedes dar. Eso es lo que me dices y a lo que me invitas en el Evangelio de hoy. Y eso es lo que yo también quiero pedirte.
Dame, Señor, la fe de creer, como si de un niño se tratara, en tu Palabra, que, aunque confieso y manifiesto que creo, en lo más profundo de mi ser no me termino por creérmelo de verdad. Al menos no parece que mi vida refleja esa fe con claridad meridiana o eso es lo que a mí me parece. Por eso, te pido, Señor, que me des la sabiduría de saberlo, de discernirlo correctamente y de reforzarla con valentía y firmeza.
Te pido, Señor, que me aclares todo eso y que alumbres mi camino para recorrerlo con decisión, con disponibilidad, con alegría, con firmeza, con seguridad y esperanza. Amén.
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