La realidad que vivimos y que vamos descubriendo nos descubre que nuestro camino está plagado de dificultades y peligros. El mundo no guarda ni está abierto a la Palabra de Dios. Es más, le rechaza y no quiere conocerle. Es decir, no le ama, por lo tanto no guarda su Palabra. De esa manera, para nosotros, que sin ser del mundo vivimos en él nos será difiícil y duro guardar la Palabra revelada y proclamada por Jesús.
Por todo ello, consciente de esas dificultades te pedimos, Señor, que nos ayude a sostenernos en tu Palabra, porque queremos guardarla y hacerla vida en nuestra vida. Para ello, nos abrimos a la acción del Espíritu Santo y nos ponemos en sus Manos. Queremos que Él nos dirija y nos guíe contra corriente por este duro y peligroso camino. Queremos que nos dé fortaleza y sabiduría para luchar y superar todas esas dificultades que el mundo nos va presentado y con las que nos quiere seducir. Confiamos en Él y esperamos que nos vaya revelando y enseñando todo aquello que no entendemos así como lo que hemos olvidado por las distracciones a las que nos somete el mundo.
No encontramos la paz en el mundo. Ni el poder, ni las riquezas, ni la fama ni toda la gloria y el éxito que el mundo puede ofrecerte te dará la paz. Porque, todo eso es caduco y al final te deja vacío y sediento. La sed de triunfo, de poder y de vanagloria no te sacia ni te da la paz.
Jesús, el Señor, habla de otra paz. De una paz que no se encuentra en el éxito, ni en el poder ni las riquezas. Una paz que sale del corazón y no se altera con lo exterior. Una paz que se mantiene incluso en los momentos de angustia, de dificultades y circunstancias adversas. Y es esa paz, Señor, la que te pedimos y la que queremos mantener en nuestra vida. Porque, es esa paz la que viene de Ti y la que nos enseña el camino que conduce a la Casa de Tu Padre. Amén.
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