En el silencio de este día que empieza, Señor, vengo a pedirte paz, sabiduría y fortaleza. Quiero ver este mundo, Señor, como Tú mismo lo ves, con los ojos, mis pobres ojos, llenos de amor. Quiero ser paciente, comprensivo, humilde suave y bueno, para poder ver a tus hijos como los ves Tú mismo, alejándome de las apariencias y quedarme solo con la bondad que hay en cada uno de ellos.
Cierra, Señor, mis oídos a toda murmuración y guarda mi lengua de toda maledicencia, que solo permanezcan en mí los pensamientos que bendigan. Quisiera ser tan bien intencionado y justo para que todos aquellos que se acerquen a mí sientan tu presencia y se llenen de paz. Porque, Tú, Señor, traes la paz a nuestros corazones. Revísteme, Señor, de tu bondad y has que durante todo este día yo sea fiel reflejos de tus actos.
Haz, Señor, que mi vida refleje esa paz que viene de Ti, y que todo aquel que se cruza en mi vida sienta esa paz que irradia tu presencia y que es fiel reflejo de la tuya. Amén.