Señor, escoges siempre lo pequeño, lo más insignificante. Tú mismo te has encarnado en María, joven humilde, pobre, sencilla e ignorada. Nada relevante ni importante en aquel pueblo medio escondido de Nazaret. Has escogido una familia sencilla, artesana, pobres y humildes; tan normal como para no tenerla en cuenta ni llamar la atención. Te escondes en lo pequeño para revelar lo grande, tu grandeza y poder para salvar a los hombres.
Señor, no puedo entenderlo, y necesito tu Gracia, tu primer paso, como hiciste con Natanael, para que mi mente y mi corazón se abran y entre tu Misterio en mi humilde ser. Dame esa capacidad y sabiduría de poder llegar a decir como Natanael: "Tú ere el verdadero Hijo de Dios".
Prepara mi morada de forma humilde, sencilla y mansa, porque solo en esos lugares Tú te haces presente. Limpia mi aposento de tantas cosas superfluas, inútiles, caducas, corruptibles e innecesarias, porque sólo Tú te haces necesario y sólo Tú bastas. Espero con impaciencia, pero paciente a que Tú vengas a mi corazón y me descubras mis buenas intenciones, fortaleciéndolas, como hiciste con Natanael. Aguardo tu Misericordia y espero ansioso de forma expectante ese encuentro.
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