Esa es la experiencia: "Lo bueno cuesta enormemente", y constatamos que por eso es bueno, porque aquello que se consigue con relativa facilidad no es tan bueno como las apariencias, en principio, parecen querer presentar. Las dificultades y obstáculos son presagios de buena señal, y de que lo que así se presenta tiene cara de auténtico y de bueno.
Todos coincidimos en eso, y el Mensaje de Jesús cumple esos requisitos: "Exige esfuerzos, renuncias, luchas, sacrificios y perseverancia. Todo aquello que nos ayude a subir el camino empinado que conduce a la puerta estrecha. Sin embargo, hay algo muy importante en la proeza: "No nos atrevamos a recorrerlos solos y convencido de que podemos con solo nuestras propias fuerzas".
Porque ese sería el peor y más grave de los errores que podemos cometer. Apoyarnos en nosotros y creer que solo podemos sería la peor y más grave opción que podamos tomar. Jesús nos invita a subir esa cuesta empinada que supone es la puerta estrecha, pero nos acompaña Él. No nos indica el camino solamente, sino que Él se pone en marcha delante de nosotros.
Ese: "Sígueme" indica que Él va delante, y nosotros le seguimos. De esa forma la garantía es absoluta y no hay ninguna posibilidad de perdernos. En Él estamos seguros, y con Él podemos. Por eso, Señor, nos ponemos a tus órdenes y en tu fila, para seguirte, agarrados a Ti, por todos los caminos que nos indiques. Tú eres el único y verdadero Camino; la única y verdadera Verdad, y Vida.
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