Déjame recoger las migajas que caen de tu mesa, Señor. No merezco otra cosa. Recuerdos las palabras de aquella mujer cananea: "También los perros, como yo, tienen derecho a recoger las migajas que caen de la mesa de sus amos", que Tú habías reprendido. Y te admiró la fe de esa mujer, y tu Misericordia la inundó y la colmó de gozo y salud.
Yo también quiero ser inundado de tu Amor, y salvado en tu Justicia, porque Tú eres un Padre Bueno, que das a cada uno lo suyo gratuitamente y por Amor. Dame la paciencia de saber esperar tu llamada y estar atento en la plaza de mi corazón a que me convoques al trabajo de tu Viña.
Perdona mi atrevimiento y mi osadía. Acepto tu salario, lo que tu Infinita Misericordia considera a bien darme. Todo es tuyo Señor, y todo lo recibido es Gracia de tu Bondad Infinita. Dame la sabiduría de estar presto a tu llamada y acudir a tu solicitud de trabajo. Me conformo con lo estipulado para mi paga.
Tú, Señor, eres un Amo justo y misericordioso, y lo que decidas pagarme es lo convenido. Tú nunca defraudas ni sometes, ni explotas, ni das lo que no es merecido. Por eso, Señor, te pido la Gracia de tu Amor Infinito para saber siempre responder a tu generosidad y llamada.
Quiero ser uno de los convocados a trabajar en tu Viña, y quiero estar en el lugar que Tú decidas para mí. Estoy atento a la hora que quieras llamarme y el salario que quieras darme. Sé que Tú Palabra es Palabra de Vida Eterna, y en ella confío y me apoyo.
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