"Despojado de toda distracción y riqueza. Sólo desde la humildad de nuestro corazón, junto a María, llegará nuestra oración al PADRE".
Hacemos muchas cosas que, de forma inconsciente, no nos damos cuenta de su verdadera importancia. No llegamos a valorarlas hasta que el tiempo nos las descubre. Son como chispas que saltan de nuestro interior - corazón - sin llegar a conocer de donde vienen y quien las ha puesto dentro de nosotros. El caso es que nos mueven y nos inclinan a actuar. Y, sin embargo, hay un denominador común en todos esos actos, la búsqueda de la felicidad. Y, no una felicidad cualquiera, sino una felicidad eterna.
Esa es la búsqueda que contradictoriamente no se encuentra en este mundo. Y, Jesús, que lo sabe se ofrece como Alimento espiritual para darnos esa felicidad que, empíricamente buscamos de forma equivocada y ciega en este mundo. Porque, en él - mundo - no está. Solo nos saciamos plenamente en el Señor. San Agustín acertó a decirlo: "Nos hiciste, Señor, para Ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en Ti".
Por todo ello, Señor, queremos pedirte ese Pan de Vida que Tú nos ofreces como alimento que nos fortalece, nos llena de tu Gracia y nos prepara y anima espiritualmente para consustanciarnos con tu Cuerpo y tu Sangre y, parafraseando las palabras de Pablo, también poder proclamar que no somos nosotros los que vivimos, sino que es Cristo que vive en nosotros. Amén.