Podemos hacer grandes cosas; podemos prepararnos hasta saber mucho; podemos emplear las mejores herramientas y estrategias para evangelizar, y hacer muchas cosas más, pero si no tenemos fe, muy poco avanzaremos. Porque la fe es saber y creer que todo nos ha venido de Dios, y que todo nos lo ha enseñado Dios, y que todo lo hará fructificar Dios. Y que nuestros medios son escucharle y ponernos en sus Manos dirigidos por el Espíritu Santo.
Bien, es verdad, que eso no significa permanecer con los brazos cruzados, ni mucho menos. Significa que nuestros pasos son pasos en los que el Espíritu está siempre presente y tomado en cuenta. Significa que, a pesar de signos contrarios y tempestades que echan todo abajo, sabemos que Tú, Señor, estás ahí nos ves, nos mira y atiendes nuestra súplicas, y nos dará lo que más y mejor nos conviene.
Y nosotros, confiados y abandonados en tus brazos, seguimos adelante con nuestro trabajo y esfuerzo. Porque sabemos la promesa de tus Palabras: Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.
Y es más, sabemos por experiencia que todo los que dices se cumple, porque todo lo que se ha profetizado en Ti, Señor, ha tenido completo cumplimiento. Las Sagradas Escrituras, sobre todo en el Antiguo Testamento, son un rosario de profecías y promesas que tienen su cumplimiento en tu Persona, Señor. Y, como estaba profetizado, has Resucitado. ¿Cómo no vamos a creer en tu Palabra de Vida Eterna?
Danos, Señor, la Gracia y la sabiduría de crecer en tu escucha y Palabra, y aumenta nuestra fe hasta el punto de que nuestra vida sin tu Vida no pueda moverse como si del aire se tratara para vivir. Amén.
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