Nadie te impide que hagas tus propias cosas. Y muchas veces, asombrado y animado por tus buenos resultados, te crees alguien inteligente y eficaz. E incluso te animas a proyectar y hacer cosas desde tu propia iniciativa. Y, ¿por qué no? Te permites hasta aconsejar y proponer caminos.
No estoy diciendo que eso no se deba hacer, ni tampoco que sea malo hacerlo. Simplemente digo lo que dice la Palabra de Dios hoy: Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada.
Lo tenemos bastante claro. Todas esas cosas, proyectos e iniciativas que tengamos son buenas, pero mejor si las hacemos en y por el Señor. A nosotros nos puede ir mal y fracasar. Es decir, nuestros frutos pueden no ser tan buenos, pero en el Señor daremos siempre frutos buenos. La cuestión es entonces permanecer en el Señor.
Y eso te pedimos, Señor, que todos nuestros esfuerzos vayan siempre encaminados a, contando contigo, dar buenos frutos en tu Nombre y por tu Nombre. Porque Tú, Señor, ere el Camino, la Verdad y la Vida y sólo en Ti daremos los frutos que, por tu Gracia, se espera de nosotros.
Nuestras últimas palabras son, Señor, para pedirte paz, sabiduría y fortaleza para nunca apartarnos de tu camino y siempre permanecer, como Tú nos dices, en Ti, y como, Tú, permaneces en nosotros. Amén.
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