Lo dijo san Agustín, hemos salido de Ti, Señor, y no descansaremos hasta llegar a Ti. Esa es la experiencia de nuestra vida, aunque muchos no nos demos cuenta y no la descubramos. Nuestro camino, por mucho que busquemos, siempre estará amenazado e inquieto hasta terminar en el Señor. La realidad es esa, tenemos un camino - el tiempo de nuestra vida - duro y difícil que recorrer.
Un camino comprometido, donde el discernimiento debe ser siempre optar y buscar permanecer a tu lado y junto a Ti. Sin embargo, la pregunta salta por antonomasia: ¿Cómo permanecer en Ti? Y tu respuesta es clara: ¡Guardar mis mandamientos! Y te pones delante en el camino para que nos fijemos en ti.
Sabemos y conocemos que los tres primeros mandamientos son exclusivamente dirigidos a tu Padre Dios. Pero, ¿y los otros siete? Observamos que van dirigidos a nuestra relación con el prójimo, empezando por nuestros padres y familia y continuando con nuestras relaciones sociales respecto a los demás: no matarás, no cometerás actos impuro - dominio de nuestras pasiones e inclinaciones carnales - no robarás...etc. Todos dirigidos a respetarnos y a no hacernos daños.
En una palabra, a amarnos. Porque, el amor no es un sentimiento, sino un acto dirigido por tu voluntad a hacer el bien y que descubre en tu corazón como un derecho que, también a ti te gustaría recibir. Por tanto, amas cuando estás actuando en esa clave de preocuparte por los indefensos, por los necesitados y por los que necesitan voz para que se les respete la vida - aborto, eutanasia -. Sin los siete restantes, los tres primeros pierden todo su sentido. Son Palabras del mismo Jesús: Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? - Jn 4, 20 -.
Pidamos al Señor esa Gracia para que, permaneciendo en Él no dejemos de mirar y preocuparnos también por esos hermanos que padecen y sufren la ignorancia, la pobreza y la esclavitud. Amén.