Los ambientes huelen a olores de corrupción. Todo el mundo sabe que hay corruptos en el mundo de la política, empresas y en todas partes. Se oye y se publica en los periódicos. Sin embargo, mucha gente no sabe que Jesús Vive y está entre nosotros. Algunos lo han oído, pero su ruido es tan débil que los ruidos del mundo lo apagan.
Hace días, un amigo, comentaba que ya no se acuerda ni de la misa. ¡Hacía tanto tiempo que no iba! Y es que sólo se habla del Mensaje de Jesús de puertas adentro. Muy acertado y conveniente, lo del Papa Francisco, sobre que se salga a las periferias, a la calle a proclamar el Evangelio. Este fin de semana vienen un grupo de personas de la provincia a hacer ruido y proclamar el Evangelio.
Porque la Noticia es esplendida y estamos seguros que todos la desean oír y tienen necesidad de ello. No es una noticia más, es la proclamación y anuncio de la salvación del hombre, y eso no se puede silenciar. No es cuestión de colaborar, ni de echar una mano. Se trata de una obligación que Dios pone a nuestras espaldas y nos envía a proclamar. Pero que no se desvincula de nosotros sino que nos acompaña y en el Espíritu nos asiste y auxilia.
Pero una obligación gozosa, libre, querida y deseada, porque no hay nada que nos haga más feliz que ayudar y dar la vida por otro. Y esto se experimenta cuando se vive y se comprueba. Por lo tanto, hay que aprovechar toda oportunidad de manifestar el anuncio al que Jesús nos envía para que el mundo despierte y lo oiga. Jesús Vive y se ha quedado entre nosotros para darnos la oportunidad de salvarnos.
Por lo tanto, tu vida, de alguna manera, está en tus propias manos, porque has recibido el don maravilloso de ser libre para decidir creer en Jesús o rechazarlo. Pero, antes, tendrás que conocerlo y hacerlo con conocimiento de la verdad. Y para eso se necesita oírlo, escuchar su Palabra, que Dios ha puesto en nuestras manos.
Pidamos, auxiliados por el Espíritu, sabiduría y fortaleza para no dejar de responder a esa invitación que Jesús nos encarga y, con nuestra vida y palabra, dar cumplimiento a la proclamación de la Palabra de Dios. Amén.
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