Asustados, encerrados y temerosos de que nos puedan quitar la vida. Sin fe y sin confianza. Y después de haber visto y ser testigo de todo lo que ha hecho Jesús. No hay excusa ni justificación. Sin embargo, Jesús, se aparece en medio de sus discípulos, les da la paz y la autoridad y poder de perdonar. Tal y como Él les ha perdonado. ¡Bendita Misericordia que nos salva!
Ser consciente de que todo lo que podamos hacer no es mérito nuestro, porque nos lo ha dado el Espíritu de Dios. Nosotros somos la imagen de aquellos discípulos asustados, sin fe y dispuestos a dejarlo todo por miedo. Sólo la presencia de Jesús nos levanta, nos da ánimo, fuerza, sabiduría y poder para transmitir la Buena Noticia de su Resurrección. ¡Qué vamos nosotros a atribuirnos!
Te damos gracias, Señor, por darnos cuenta de nuestra debilidad y pobreza. Te damos gracias, Señor, porque esa sabiduría, también venida de Ti, nos ayuda a no engreirnos ni llenarnos de prepotencia y vanidad. Te damos gracias, Señor, de tomar conciencia que sin Ti nada podemos hacer ni nada somos, y te pedimos que nos llenes de humildad y paciencia.
Danos, Señor, como puedes observar no dejamos de pedirte, la perseverancia y la valentía de no renunciar a seguirte y vivir en tu Palabra por miedo, por respeto humano, por tentaciones y todos los obstáculos que el mundo nos pone como sancadilla para desviarnos de Ti.
Y aumenta nuestra confianza y nuestra fe en la acción y presencia del Espíritu Santo, la tercera Persona de la Santísima Trinidad, que Tú nos has prometido y nos has dado a través de tus discípulos, desde aquel día que te apareciste entre ellos, por medio de nuestro Bautismo.
Haz, Señor, que nuestra experiencia de resurrección en Ti sea una experiencia nacida desde lo más profundo de nuestro corazón, y vivida desde tu Palabra y hecha realidad con y en nuestra vida. Amén.
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