Necesitamos estar en el Señor para que nuestro corazón, por su Gracia, sea un huerto donde los frutos que se cultiven sean frutos de amor. Reconocemos y sabemos que nuestra árbol - corazón - para seguir con el símil evangélico, es un árbol enfermo, contaminado por la mala tierra - pecado - y, en consecuencia inclinado a que su cosecha se mala, dé frutos malos.
Y nada podemos hacer si no contamos con el Labrador que nos pode, nos abone y nos riegue con el agua de la Gracia para que nuestra tierra, bien abonada, haga que las raíces de nuestro árbol - corazón - se hundan en la tierra y mueran para que den buenos frutos.
Por lo tanto, pidamos al Señor que convierta nuestra tierra en tierra buena y bien abonada. Pidamos, también, que nuestra fe y nuestras obras, consecuencia de nuestra fe, estén sedimentadas y apoyadas en Cristo, el Señor. Porque, Él, es la Roca que nos da fortaleza, nos sustenta y nos fija, por la fe, a resistir todas esas embestidas con las que el mundo trata de seducirnos y enfermarnos.
Pidamos al Señor que transforme nuestro corazón y que nos convierta en tierra buena, tierra de bondad que da buenos frutos. Y, también, que nos apoyemos en Xto. Jesús, Roca firme que sostiene nuestra fe contra todas las tempestades y tormentas que azotan nuestras raíces cristiana atacando y amenazando nuestra fe. Amén.
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