Es obvio que mi cruz pesa, pero si es la que me toca, seguro, Señor, que, contigo, tendré las fuerzas necesarias para soportarla y llevarlas sobre mis hombros. Sé que, a lo largo del camino su peso puede ser insoportable, pero, también sé que, contigo, Señor, la carga se hace liguera y más suave. Por eso, te ruego, mi Señor, que me acompañes en mi camino de cruz, porque, yo quiero cargarla contando contigo.
Experimento que mis fuerzas fallan, se desgastan y siento deseos de abandonar la lucha. Mis hombros se desgastan y quedan maltrechos. Pero, ¡Señor, a Ti te pasó lo mismo! ¡Y no protestaste, no te rebelaste ni salió de tu boca ninguna queja! ¿Por qué, Señor, no soy capaz de mirarte y tomar fuerzas y ejemplo de Ti?
Tú, Señor, lo lograste y venciste a la muerte, ¡Resucitaste! ¿Por qué me fe se desvanece y se debilita? ¿Acaso no creo en Ti? Dame, Señor, esa fuerza que necesito y aumenta mi fe para cargar sobre mis hombros esa cruz que me pertenece soportar. Y, sobre todo, aceptarla y añadirla a tu Cruz para que, por tu Gracia, sea fuente de purificación para todos nuestros pecados.
Gracias, Señor, porque, a pesar del dolor, que Tú me alivias, experimento que mi carga - aunque su peso permanezca - se hace más llevadera y ligera. Encuentro, aún con el dolor, sentido a mi vida y a mis sufrimientos, porque, Tú, mi Señor, has venido a aliviarnos, a salvarnos y a darnos las fuerzas para vencerlos permaneciendo a tu lado en gozo de plenitud eterna. Y, gracias también por tu Madre, que me la das como Madre y, junto a ella encuentro cobijo, fuerza, testimonio y ánimo para permanecer fiel a la Cruz donde está nuestra salvación. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario