No me cansaré de pedirte y suplicarte, Señor, que aumentes mi fe. Porque, de mí fe dependerá que yo te siga, te obedezca y crea en tu Palabra. Porque, de mi fe dependerá que yo persevere, me sostenga ante las tempestades y continúe por tu Camino. No el mío, sino el Tuyo.
Dame, Señor, esa fe como la de aquel Centurión que fue capaz de creer en tu Palabra y que, para que se realizará, la distancia no sería ningún impedimento. Dame fe, Señor, para que, aún, estando lejos de Ti pueda creer que estás cerca; para que, no viéndote, pueda sentirte y saber que caminas conmigo. Dame fe, Señor, para que tenga esa esperanza de saber que Tú me cuidas, me proteges y me señalas el camino que lleva a tu Casa y en la que me tienes preparada una morada.
Sí, Señor, quiero tener esa fe humilde, pobre, inocente como la de los niños sin madres, sin padres, indefensos y perdidos que claman a un Padre Dios bueno que los proteja y les de todo eso a lo que tienen derecho y el mundo les niega. Sí, Padre, en Ti quiero creer y, sabiéndome débil, pequeño e indefenso, te pido que me conserves la inocencia de seguirte y creer, como Padre que eres, que solo Tú me llevas a esa Casa donde me espera un Amor Infinito y Misericordioso para toda la eternidad. Amén.
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