También a mí me cuesta entenderte, Señor, y aceptar este mal que permites en este mundo en el que ahora vivimos. Me cuesta aceptar a los que queman tus iglesias, cometen sacrilegios, matan a los niños en el seno de sus madres, destruyen el santo matrimonio y la familia y muchas barbaridades más. ¿Cómo es posible que Tú, Señor, permitas esto? ¿Es esa la cruz de la que hablabas y la que tenemos que cargar?
Hoy, Señor, como también hicieron Pedro y demás apóstoles, queremos seguirte, aunque muchas cosas se nos atraganten y no entendamos. Aunque, incluso, tengamos que perdonar, precisamente a esos que nos amenazan y nos destruyen. Confiamos en Ti, Señor, en tu Palabra y en tu Misericordia Infinita. Danos paz, fortaleza y sabiduría para soportar todas esas dudas, confusiones, sacrificios y dificultades que este mundo nos presenta.
Creemos en Ti, Señor y queremos seguir tu Camino, tu Verdad y tu Vida. ¿A quién vamos a acudir? Este mundo no nos da lo que realmente buscamos, esa felicidad eterna. El mundo te ofrece una felicidad irreal y aparente que, de la misma manera que se presenta, se desvanece. Tú, Señor, tienes Palabra de Vida Eterna y, a pesar de la cruz que cargamos sobre nuestro hombros, creemos en tu Misericordia y que, por tu Amor, esa carga será ligera y la podamos soportar. En Ti, Señor, ponemos todas nuestras esperanzas y a Ti nos confiamos. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario