En el camino de nuestra vida, la experiencia nos sacude y despierta para que salgamos de esa comodidad instalada dentro de nosotros mismos. Crecemos en la fe, pero llega un momento - dudas y tentaciones - que nos cerramos e impedimos que nuestra fe avance y crezca. Los miedos, la incertidumbre e inseguridades nos paralizan. Y, por otro lado, nos sentimos instalados, cómodos y acomodados piadosamente en la rutina de cada día - nuestra piedad - y en nuestra relación personal con el Señor.
¿Qué nos sucede? ¿Quizás hemos llegado al final de la medida, tanto de nuestra fe como de nuestra santidad? Sin lugar a duda, la fe es un camino que solo terminará cuando se pare nuestro corazón. Mientras debemos seguir caminando, avanzando y creciendo. Y, sin dejar de pedirla, de llamarla, de buscarla, porque, la fe es un don de Dios. ¡Señor, aumentanos nuestra fe!
Sin dejar de pedirla ni un solo día, ni un solo instante. Danos, Señor, la fe que alimenta nuestra esperanza y fortalece nuestra voluntad para, a pesar de nuestras debilidades y pecados, nos sostengamos firmes y disponibles en y para seguir tus pasos sin desfallecer. Te pedimos que nos sostenga y nos llene de esa fortaleza para creer en tu Palabra y hacer tu Voluntad. Amén.
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