No son malos ni tampoco sobran. Los grupos, asociaciones y movimientos eclesiales son necesarios pero no son los que salvan. Solo Tú, Señor, salvas. Y, por tanto, solo Tú eres mi referencia y mi libertad. Abro, pues, mi espíritu a la acción del Espíritu Santo para que sea Él quien dirija mis pasos y oriente el camino de mi vida. En Ti, Señor, pongo todas mis esperanzas y a Ti confío todas mis fuerzas y acciones que, por y para tu Gloria, mi vida sea auxiliada, asistida y dirigida por la acción del Espíritu Santo.
Sé, Señor, que corremos serios peligros cuando, sin darnos cuenta nos olvidamos de Ti y damos prioridad a los grupos, a sus fines y objetivos. E incluso, nos consideramos diferentes a los que no están en nuestro grupo. Inconscientemente pensamos que somos el grupo al que todos deben y tienen que pertenecer. ¡Sálvanos, Señor, de ese peligro!
Porque, Tú nos has señalado el Camino, que, precisamente, eres Tú, Camino, Verdad y Vida. Tú nos has enviado al Espíritu Santo para que oriente nuestra vida y nos dirija según tu Voluntad y para el bien de todos. Y el Espíritu no sabe de grupos ni de pensamientos ni diferencias. ¡Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en nosotros la llama de tu Amor! ¡Sopla y dirige nuestras vidas según tu Voluntad! Amén.
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