Necesito, Señor, abajarme, ser pequeño para, desde ahí, crecer y hacerme grande por tu Gracia y Misericordia Infinita. Y, no lo podré conseguir sin tu concurso y tu Gracia. Dame, pues, Señor, la Gracia de ser humilde y pequeño. Porque, la pequeñez exige la humildad de considerarme pecador, débil, último y necesitado de tu Amor Misericordioso.
No me será fácil. Es más, me será imposible sin tu Gracia. Por eso, hoy, desde este pequeño también rincón de oración, quiero pedirte, primero perdón por todas mis miserias y pecados. Y, segundo, suplicarte la humildad de considerarme último entre los últimos. Gracias, Señor. Amén.
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