No caen indiferentes a los que le oyen. Unos quedan sorprendidos gratamente y le admiran; otros ponen en duda su Palabra al creer que el Mesías, según las Escrituras debe de venir de la casa de David y de Belén: «¿Acaso va a venir de Galilea el Cristo? ¿No dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David y de Belén, el pueblo de donde era David?».
Como podemos apreciar y advertir la discusión está servida. Jesús es motivo de contradicción, unos le admiran por lo que dice y de la forma que lo dice, y otros le acusan, les molesta y les pone su situación y estado en peligro. En este contexto también nos planteamos nuestra fe actual, porque, es ahora cuando nos toca a nosotros participar y decidirnos. Crees o no crees en Jesús.
Y si crees, ¿dónde y cómo se nota esa fe en tu vida y tus ambientes? Nicodemo, aquel que se veía con Jesús por la noche, salió en defenda de Él tratando de demorar el prendimiento de Jesús y abogando un juicio justo. Más tarde, en la Pasión y Muerte de Jesús confesaría su fe abiertamente. La cuestión es preguntarnos nosotros ahora, ¿confesamos nuestra fe?
Pero, a pesar de cuestionarnos nuestra fe y discernir, no sólo, sino a la luz del Espíritu Santo, pidamos al Señor que nos aumente nuestra fe y que nos dé la sabiduría y humildad para permanecer y perseverar con firmeza en su Palabra. Que sepamos acoger lo pequeño, lo despreciable y lo sencillo como verdadera sabiduría que viene de Dios, porque, el Señor se vale de lo, aparentemente, inservible para servir y amar. Y eso es lo que les molesta a los soberbios, a los poderosos y a los que no quieren moverse de sus estados de poder y privilegios.
Pidamos al Señor que no nos aferremos a lo cómodo y al bienestar a costa de los que sufren y padecen. Pensemos en los que sufren y padecen. Hoy los tenemos más cerca en estos momentos que la pandemia del covid19 nos amenaza y nos atenaza confinados en casa.