Las palabras de este Evangelio son actuales, porque hoy, también en nuestra generación ocurren. Hay muchos profetas entre nosotros. Muchos profetas que han proclamado la Palabra de Dios y que con sus vidas dan testimonio de esa fe que proclaman. Sobre todo, este mes, que el Papa Francisco ha proclamado como mes de las misiones, y donde hay muchos profetas que hablan de Dios.
Porque, todos hemos recibido, por el Espíritu Santo, el poder participar del sacerdocio de Cristo Jesús, de su misión profética y real. Es decir, somos sacerdotes, profetas y reyes, que significa que debemos hablar y darle culto a Dios Padre, hablar de Él a los hombres y servirle como nos enseño Jesús. Pero, también, soportar todas las dificultades y obstáculos que nos deparan el rechazo de los demás.
Hoy se recuerda a muchos profetas, incluso premiados por la sociedad civil, después de muerto. Tal como dice el Evangelio: «¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso dijo la Sabiduría de Dios: ‘Les enviaré profetas y apóstoles, y a algunos los matarán y perseguirán’, para que se pidan cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, el que pereció entre el altar y el Santuario. Sí, os aseguro que se pedirán cuentas a esta generación. ¡Ay de vosotros, los legistas, que os habéis llevado la llave de la ciencia! No entrasteis vosotros, y a los que están entrando se lo habéis impedido».
Pero, ¿seguimos sus ejemplos y tratamos de imitar sus testimonios? ¿O simplemente, cuando ya no nos molestan reconocemos su labor y los premiamos? Pidamos al Señor que nos dé la fortaleza y la voluntad de llevar a nuestras vidas el buen testimonio de fe y de obras que todos ellos nos han dejado. Amén.