A veces podemos pensar que nos basta con nosotros mismos. Lo experimentamos, sobre todo, en la misma comunidad cuando observamos que nos atrasamos o encontramos dificultades para avanzar en la poca habilidad de otros o la torpeza en actuar con ligereza y rapidez. Eso nos desesperas y no hace creer que solos podemos avanzar más rápidos o tener mejor rendimiento. Y es posible que así sea, pero no lo mejor ni lo más que nos conviene. Habrá otras circunstancias o situaciones en que ellos, los aparentemente más débiles o torpes nos sean muy necesarios.
Por otro lado, la lentitud o torpeza de unos sirve a otros para poner en práctica su paciencia, su generosidad, su solidaridad, su fraternidad. Es decir, su amor. Eso que Jesús nos ha mandado y que resume como todo el contenido de sus mandatos. Ese mandamiento nuevo que contiene a toda la Ley y los Profetas. Y esa aventura y capacidad de amar no está al alcance de nosotros solos. Necesitamos el concurso pleno del Señor. Necesitamos estar injertados en Él como el sarmiento en la vid.
Por eso, Señor, no tenemos otra alternativa sino la de estar a tu lado. Y lo deseamos y queremos con gran gozo y alegría, porque, Tú nos quieres dar lo mejor, y lo mejor eres Tú mismo, Señor. Porque, en Ti la vida resplandece, se llena de luces y colores que nos llenan el corazón de paz y alegría y podemos dar abundantes frutos. Frutos de verdadero amor que proceden de tu Amor y originados por tu Gracia.
Y es eso lo que te pedimos hoy de nuevo. Permanecer a tu lado y abiertos a tu Gracia. Por nuestra parte hacemos, quizás no todo lo que debíamos o podemos, pero tratamos de esforzarnos. Tú, Señor, lo sabes todo y no podemos engañarte. Por lo tanto, nuestro esfuerzo debe ser sincero y en verdad. Sin tapujos de ninguna clase.
Danos, Señor, la fuerza y voluntad de perseverar y de permanecer injertado en Ti por medio de la Eucaristía, los sacramentos y la oración, porque ellas serán el abono, el estiércol y la lluvia que regará nuestra alma para que permanezca fiel a Ti durante toda nuestra vida. Amén.