No basta saber de Jesús. Tampoco basta tenerle afecto, cariño y aceptarle. Ni siquiera tener algún parentesco, ser su amigo o estar a su lado. Incluso, ni pertenecer a la Iglesia. ¡No, nada de eso basta! Se necesita otra cosa, lo más importante y fundamental e imprescindible: "Hacer la Voluntad del Padre". Eso es lo que nos define como verdaderos amigos y hermanos de Jesús.
Y eso conlleva mucho amor y mucha paciencia. Pero, sobre todo, estar unido e injertado en el Espíritu Santo. No vale sólo oír, ni siquiera escuchar, ni orar, ni estar o aguardar silencio. Sólo vale amar. Y amar como Él nos ama. Materializando ese amor en la vida misma.
Y pronto nos damos cuenta y experimentamos que sólo no podemos llevarlo a término. No estamos capacitados para eso. Nuestra naturaleza herida por el pecado nos lo impide, y, fácilmente, somos vencidos por el mundo en el que vivimos. Las tentaciones nos superan y pueden con nosotros. No conseguiremos, por mucha voluntad que pongamos de nuestra parte, salir victoriosos. Necesitamos la fuerza y el poder del Espíritu Santo.
Y eso es lo que te pedimos hoy, Señor Jesús, desde lo más profundo de nuestros corazones. Queremos hacer la Voluntad de tu Padre, porque eso es lo que nos hace hermanos tuyo. Queremos cumplir con la Voluntad del Padre, que Tú, el Hijo único y verdadero nos enseña y nos manda. Y lo queremos hacer desde la acción y la asistencia del Espíritu Santo. Abiertos plenamente a su acción.
Así, unidos todos decimos: "Ven Espíritu Santo, llénanos de tu Gracia y enciende nuestros corazones. Fortalece nuestra voluntad para cumplir y vivir en la Voluntad de tu Padre. Amén.
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