Cuando descubrimos que en Jesús encontramos lo que estamos buscando, podemos decir que la fe se ha despertado dentro de nosotros. Experimentar que Jesús es nuestra salvación y que en Él está puesta todo nuestra esperanza, es descubrir que la fe ha nacido en mí. Y eso es un regalo de Dios que, cultivándola y pidiéndola, podemos aumentarla y sostenerla.
Danos, Señor, la fe de ese jefe de la sinagoga llamado Jairo, y de esa mujer enferma de flujo de sangre. Danos, Señor, esa fuerza que nos mueva y nos impulse a buscarte y a rogarte y tentarte para que nuestras enfermedades sean sanadas. Danos, Señor, la voluntad y sabiduría de permanecer junto a Ti y no desfallecer en el camino aunque las dificultades traten de impedírnoslo.
A pesar de que nuestro camino sea otro y no entendamos los tuyos, Señor, danos siempre la paciencia y la fortaleza de perseverar y ser fiel a tus mandatos. A pesar de todo parezca terminar, sostén, Señor, nuestra fe en Ti. Tal y como le dijiste a Jairo cuando le llegó la noticia de que su hija había muerto. Danos la sabiduría de confiar en tu Palabra y no abandonar aunque todo se diluya y aparente haber terminado.
Tú, Señor, tienes la última Palabra y siempre se cumple. Dame la capacidad y la Gracia de ser perseverante e insistir aunque parezca todo perdido. Has venido a salvarme y no te irás sin lograrlo. Sólo, porque así me lo permites al crearme libre, me dejarás si decido negarte y rechazarte. Pero, incluso así, me esperará hasta la última gota de mi sangre.
Gracias, Señor, por tu inmensa Misericordia. Gracias, Señor, porque me sostienes y me das vida y esperanza. Gracias, Señor, porque mantienes mi fe y me das aliento para seguirte. En Ti confío, Señor, y en tus Manos me abandono. Amén.
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