Para orar se hace necesario descubrir esa necesidad, valga la redundancia. No se puede rezar por obligación, y es malo rezar por rutina o costumbre. La oración necesita tener vida y corazón para ser vivida en la vida. No puede quedarse sólo en la palabra, porque si no aterriza y se hace obra, muere. Y si muere no da fruto.
Y eso se supera y se vence cuando la oración es el resultado de un encuentro y de una vivencia. Es el ejemplo que nos pone hoy el Evangelio. Los pastores fueron avisados de que había nacido un Niño. Se advierte que no fue avisado ningún notable. Unos simples pastores, que aquellos tiempos eran los excluidos de la sociedad. Son los pobres los primeros y los únicos que pueden asumir y aceptar la Buena Noticia de salvación.
Y eso significa que tú, si quieres también aceptar la Noticia de salvación, tienes que abajarte y ser pobre. Pobre de espíritu, humilde, disponible y generoso. No hay otro camino ni otra puerta. Es esa, la que estás intuyendo, la puerta estrecha. Porque abajarse y ser humilde no es fácil. Cuesta mucho. Pero es lo que primero hace Dios. Se hizo Hombre y se humilló ante los hombres abajándose a la misma altura que ellos y despojándose de su Divinidad y tomando todo lo mismo que el hombre menos el pecado.
Creo que eso duele más que la propia crucifixión. Siendo Dios se hizo Hombre sin ningún privilegio y aceptando todo lo correspondiente a la naturaleza humana. Sufrió, sintió sed, hambre y dolor como cualquier hombre. Ese es el Niño Dios que me he encontrado en el portal. Y el mismo que habita ahora en mi corazón. Un Niño Dios que, nació, murió y resucitó, y que ahora vive dentro de mí. En el portal de mi corazón.
Y a ese Niño Dios le pido que aumente mi fe; le pido que encienda mi corazón; le pido que me llene de fortaleza y que me ilumine para superar y vencer todas las tentaciones que el mundo me sirve y me pone en bandeja y, humillarme como Él, para ser capaz de lavar los pies a mis hermanos como Él mismo me enseñó. Amén.
FELIZ AÑO NUEVO
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