Señor, una vez más estamos juntos. Tu vida ha llenado mi vida. A veces, hasta me pregunto si mi vida tiene sentido. ¡Tanto vacío, tanta complicación, tanta infidelidad! Pero cuando estoy contigo es como si el entusiasmo, el ánimo, renacieran, revivieran.
Tú, Señor Jesús, eres el Dios de toda luz. Tú el Dios de toda claridad y belleza. Es bueno estar a tu lado, es bueno convivir contigo. Pero, mejor aún, Señor, es tener la certeza de que estás conmigo en la vida, por tu gracia, por tu amor. Es bueno estar seguro de que también mi rostro ha de ser un rostro transfigurado, iluminado, resplandeciente, en la medida en que Tú me vas transformando. Libremente, alegremente, te suplico, que yo me vaya identificando cada vez más contigo, hasta el punto de poder decir con los apóstoles: “¡Qué bien estamos aquí, Señor!”. Amén.
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