Nuestra fe nos dice que no tengamos miedos y que estando en la presencia del Señor nada debo temer. Pero, nuestra débil naturaleza, enferma y debilitada por el pecado, siente miedo de los peligros y amenazas que el camino nos propone. Mundo, demonio y carne nos tentarán y seducirán para impedirnos nuestro seguimiento al Señor.
Es evidente que nuestras fuerzan nos pueden fallar y la traición y cobardía será siempre una gran tentación, pero también la fe en el Señor nos dará fuerza para aceptar y superar el dolor y el sufrimiento que nos amenaza para que dejemos de seguir al Señor.
Sabemos que el camino no es nada fácil, pero, también sabemos que no lo recorremos solos. El Señor nos acompaña y nos auxilia para que sepamos afrontar las vicisitudes y dificultades que se nos van presentando por el camino. Un camino duro y lleno de oscuridades y trampas que nos engañan y seducen.
Pidamos, pues, a nuestro Padre del Cielo que nos dé fortaleza, perseverancia, paciencia, humildad y paz para no perder nunca la confianza en el Señor y, así, superar nuestros miedos y temores agarrados fuertemente a la mano del Señor. Amén.