La oración no consiste en una retahíla de frases, oraciones o invocaciones rutinarias que se dicen, muchas veces, de memoria y sin conciencia de lo que se dice. Sin descartar esas oraciones litúrgicas que enseña la Iglesia y que debemos hacer de forma consciente y meditada, la oración consiste fundamentalmente en entablar una conversación filial - de hijo a Padre - donde vaya naciendo la confianza y el corazón se vaya abriendo al de mi Padre Dios para ir madurando en el conocimiento de su Amor y su Inmenso deseo de regalarme la salvación. Salvación, que no es otra que la de gozar eternamente en su presencia.
Solo de esa manera iré ganando confianza y conocimiento del Amor y la Misericordia que Dios, mi Padre, me ha regalado. Pero, al mismo tiempo, también descubriendo mi pequeñes, mi pobreza y necesida de tenerle como Padre y pedrile todo lo que necesito. No se trata de orar, hablar o relacionarme con un Dios superior y poderoso, sino con un Dios Padre que me ama como a un hijo y que me busca para darme esa felicidad eterna que busco y deseo.
Ese es el verdadero sentido de la oración que Jesús descubre y quiere enseñar a sus discípulos. Se trata de hablar con el Padre desde una actitud filial - de hijo - pequeño y necesitado.