No puedo mirar para otro lado ni tampoco tratar de justificarme. Me confieso que muchas veces en mi vida busco también el justificarme y dar razones para encubrir mi omisión, mi pereza, mi falta de compromiso, mi comodidad, mi insolidaridad...etc. Es pura demagogia que la mentira esconde para desdibujar y soterrar la verdad.
Y no hay nada que objetar sino reconocer nuestros pecados. Eso es lo que realmente nos pide el Señor, que le entreguemos nuestros pecados para Él limpiarnos y borrarlos para siempre. Se trata pues de jugar y bailar haciendo alegoría a lo que nos dice el Evangelio de hoy miércoles. Se trata de responder y confiar en la Palabra del Señor. Se trata de abrirnos a la Verdad y dejar nuestras mentiras y falsas justificaciones.
Se trata de reconocer nuestras debilidades y de llenarnos de verdadera humildad para suplicar al Señor que nos dé la fortaleza y la voluntad necesaria para responder a su Palabra con nuestra vida y obras. Se trata de confiar en Él y seguir sus mandatos, sus enseñanzas y responder en cada instante de nuestra vida con nuestro esfuerzo y, sobre todo, siendo humildes. Porque sólo los humildes pueden encontrarse con el Señor, escuchar su Palabra y vivirla.
Dejemos que la Palabra del Señor nos llene de su Gracia y transforme nuestros corazones convirtiéndonos y aumentándonos la fe que nos dé la fuerza y la voluntad para seguirle. Dejemos que la Palabra nos entre y toque nuestros corazones para que también nosotros sepamos responder a su escucha con verdadera humildad y obediencia. Amén.